Resulta ser que cuesta mucho pensar algo y hacerlo. Es más fácil hacer sin pensar. El problema se presenta mientras se quiere hacer y pensar a la vez. Es ahí cuando cuando el cerebro dispara dos acciones a la vez y un jurado imaginario vota cuál de las dos se llevó a cabo mejor. Es una discusión interminable que a su vez sucede dentro de la cabeza, por lo que la acción siempre pierde protagonismo y las cosas quedan por la mitad.